
La UMAG busca visibilizar un laboratorio poco conocido que ofrece análisis especializados a tesistas, investigadores y empresas. Con tecnología de alto estándar, este espacio científico apunta a consolidarse como un polo analítico estratégico para la región.
A través de una iniciativa discreta pero de gran proyección, la Universidad de Magallanes (UMAG) está reactivando un laboratorio de servicios analíticos ubicado en el Barrio Industrial de Punta Arenas. El espacio, poco conocido hasta ahora por la comunidad universitaria y regional, ofrece análisis químicos y físicos a estudiantes de tesis, equipos de investigación y empresas externas, con equipos de alto valor que, en su origen, fueron adquiridos con financiamiento CORFO.

La ingeniera química e ingeniera civil industrial Carmen Patiño Pino, jefa del laboratorio, explica que el objetivo es “volver a darle valor a este laboratorio”, reutilizando tecnología que ya formaba parte del inventario universitario. Durante años, el recinto fue arrendado por la UMAG a una empresa externa que, al cesar operaciones, dejó los equipos en propiedad de la universidad.
Entre los instrumentos disponibles se encuentra un equipo capaz de calcular el poder calorífico de distintas muestras, lo que permite, por ejemplo, evaluar la energía contenida en alimentos para animales o en biocombustibles artesanales como los ecoleños, elaborados con residuos orgánicos y papel. También cuentan con equipamiento para determinar el contenido de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno en suelos, carbones, cementos y otros materiales, así como con un espectrofotómetro de absorción atómica que permite identificar la presencia de metales pesados en diversos tipos de aguas, incluidos vertientes, ríos y efluentes industriales.
“Si alguien quiere hacer lo que llamamos nosotros los eco-leños para las estufas, con restos de cartón, de semillas o virutas, podemos calcular qué poder calorífico tienen”, detalla Patiño. Y añade que “en el caso del agua, podemos identificar si tiene metales pesados como el mercurio, que son dañinos para la salud y el medioambiente”.
Para estudiantes, investigadores y empresas

El laboratorio tiene como foco principal brindar apoyo analítico a estudiantes de pre y posgrado de la universidad, particularmente en áreas como agronomía y química. La jefa del laboratorio señala que el análisis para tesistas es gratuito, mientras que con investigadores se buscan mecanismos de intercambio. “Le hago el análisis, pero él me provee de un químico, un ácido, un sólido, por ejemplo. Y hacemos un trueque”, explica.
Para las empresas externas, en cambio, los servicios tienen un costo, pero competitivo en relación a otras alternativas, sobre todo si se considera que muchas compañías aún deben enviar sus muestras a laboratorios en Santiago. Esto, además de incrementar los tiempos de respuesta, encarece los procedimientos. “Teniéndolo aquí mismo es mucho más económico”, apunta Patiño.
La Universidad de Magallanes emite la factura y gestiona los recursos, lo que permite mantener operativo el laboratorio, adquirir insumos y sostener su proyección a futuro. Entre los análisis ya realizados destaca el estudio de cenizas de caldera de un barco, un ejemplo del tipo de trabajo que buscan potenciar.
Articulación universitaria
Uno de los principales desafíos que ha asumido el equipo del laboratorio es coordinar esfuerzos con otros laboratorios de la UMAG. El objetivo es crear un ecosistema colaborativo que permita ofrecer análisis más completos. Así, por ejemplo, si reciben muestras de agua que requieren un análisis bacteriológico, pueden derivarlas al laboratorio correspondiente dentro de la universidad, facturando el servicio de forma integrada.
“La idea es conocer lo que hacen todos los laboratorios y tratar de enviarles muestras a ellos, que también participen de este servicio analítico que queremos elaborar acá”, explica Patiño.
A pesar del potencial, el laboratorio aún no cuenta con una base estable de clientes. “Nos han mandado uno o dos análisis, pero la idea sería tener un cliente que todos los meses nos envíe algo, para que se solvente este laboratorio”, admite la jefa del equipo.

Actualmente, el laboratorio está conformado por solo dos personas: Carmen Patiño y Alejandro Karaciolo Miranda, biotecnólogo. Ambos llevan año y medio trabajando en la reactivación del espacio, elaborando protocolos, procedimientos, fichas y manuales que les permitan, en el futuro, optar a certificaciones que respalden la calidad de los análisis.
Un legado de Juan Carlos Moreno
El laboratorio fue concebido originalmente por el profesor de química Juan Carlos Moreno, quien lideró la formulación de un proyecto financiado por Corfo que permitió la compra de los equipos, por un monto cercano a los 800 mil dólares. Aunque los equipos tienen más de una década de antigüedad, se encuentran plenamente operativos y pueden seguir prestando servicios durante 20 o 30 años más.
“Es un logro de este profesor”, subraya Patiño. “Así que algún día, cuando esto esté funcionando, voy a pedir que pongan una placa que diga: Laboratorio Juan Carlos Moreno, porque él fue el gestor de esto”.
