
Cinco sesiones domiciliarias, dos talleres grupales y una guía interdisciplinaria orientada al buen trato y al bienestar de quienes cuidan. Así fue el “Programa para la atención integral de cuidadores de personas con demencia en el CADI UMAG”, que benefició a catorce personas de la Región de Magallanes, y que acaba de cerrar su primera etapa con resultados considerados enriquecedores, tanto para profesionales como participantes.

“Yo vendo joyas en la noche, vendo ropa en la villa Alfredo Lorca, me muevo, ando para allá y para acá, vendo pan amasado, hago de todo. Estoy cesante. Tuve que renunciar a mi trabajo para cuidar a mi mamá. Estoy con licencias médicas rechazadas desde noviembre del año pasado. He tratado de apelar a la Compin (Comisión de Medicina Preventiva e Invalidez), a la SUSESO (Superintendencia de Seguridad Social), y ahora voy a interponer un recurso de protección a favor de mi madre”.
El testimonio corresponde a Consuelo Godoy Godoy, presidenta de una agrupación regional de cuidadores. Personas como ella fueron las que tuvo en mente el Centro Asistencial Docente e Investigación de la Universidad de Magallanes (CADI-UMAG), cuando postuló al Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), el proyecto “Programa para la atención integral de cuidadores de personas con demencia”.
“Entregar herramientas a estos cuidadores, desde todas las dimensiones, fue nuestro objetivo. Porque una cosa es cuidarlos desde el punto de vista de las necesidades más básicas, como vestirse, alimentarse, pero la demencia es un grupo de enfermedades que afecta lamentablemente al cerebro y, entre ellas, la más conocida es la de tipo Alzheimer. […] Es una enfermedad neurodegenerativa que consiste en que las personas van olvidándose de quiénes son y quiénes son sus familiares más directos”, explicó Valeria Cárdenas Oyarzún, enfermera del CADI-UMAG y parte del equipo a cargo.

Desde esa perspectiva, el programa abordó tanto el cuidado físico como la dimensión emocional, centrando sus esfuerzos en el acompañamiento cotidiano y la psicoeducación. “Se les enseña desde la comunicación, la prevención de caídas, reforzando la idea de que, con ellos como con los niños, lo que más funciona es el amor. Es el no discutir, acompañarlos, no contradecirlos”, agregó Valeria.
En total, se realizaron cinco visitas a cada cuidador o cuidadora (una de evaluación, tres de intervención educativa interdisciplinaria y una de reevaluación), más dos talleres de cierre. “El programa también se acercaba hacia ellos”, destacó Gissela Barrientos Cárdenas, terapeuta ocupacional del proyecto. “Muchas veces los cuidadores no pueden salir de su hogar, entonces fue también un tremendo apoyo que nosotros pudiéramos asistir a la casa”.
Una estrategia centrada en el acompañamiento
Las intervenciones educativas fueron desarrolladas por profesionales de psicología, enfermería y terapia ocupacional. “Cada una trabajó desde su perspectiva y desde su área. En mi parte […] trabajamos un poquito lo que son las actividades de la vida diaria, el autocuidado desde las ocupaciones”, contó Gissela. “Psicología trabajó desde el área más de autocuidado emocional […]. Y enfermería trabajó más temas de movilización, traslados, medicamentos, entre otros temas de salud”.

El psicólogo Felipe Mansilla Gallegos explicó que la intervención apuntó a “recordar que los cuidadores son personas. Y, por lo mismo, por el hecho de ser personas, requieren de algunas detenciones […] o algunos tiempos fuera, para volver a cumplir las funciones que están desempeñando”. Estas herramientas, precisó, permiten “retomar el control de la situación, recobrar la estabilidad emocional y ciertos niveles de calma”.
La recepción fue calurosa. “La acogida fue buena por parte de los usuarios. Creo que nos sorprendió incluso esa calidez”, afirmó Mansilla. Consuelo Godoy resumió la experiencia afirmando que “este programa ha sido realmente un tremendo apoyo para todos los cuidadores. Encuentras psicólogos, terapeutas ocupacionales, personas que te guían, te orientan, te enseñan también cómo cargar con las dificultades”.
El proyecto contempló además la entrega de material complementario y recursos útiles. Cada beneficiario recibió una caja organizadora, 100 bolsas herméticas y una pizarra. Todo, enmarcado en una lógica de cuidado integral y fortalecimiento del vínculo afectivo. “Esta enfermedad de demencia, en muchas ocasiones ellos se vuelven como niños. Entonces como niños hay que tratarlo, con amor, con dulzura, con juego”, reflexionó Valeria Cárdenas. “Hacer de cada día un aprendizaje para ambos”.


