Presentan libro testimonial que relata la esforzada vida de los fareros chilenos

Boletín Normal, Portada UMAG, noticias

-A través de la experiencia de don José Rodríguez, quien ejerciera el oficio por más de 20 años, la autora aborda y pone en valor en su obra “El Farero del fin del mundo” la historia de quienes desempeñaron y desempeñan esta labor, sobre todo, en los mares australes y el Estrecho de Magallanes.

En el auditorio Ernesto Livacic de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Magallanes, se llevó a cabo el conversatorio “Encuentro y Diálogos: Fareros en el Fin del Mundo”, organizado por el Magíster en Ciencias Sociales, mención Patrimonio o Intervención Social, ocasión en la que la periodista magallánica Patricia Stambuk Mayorga presentó su libro de reciente publicación El Farero del Fin del Mundo”, obra testimonial que tiene como protagonista al Estrecho de Magallanes, los faros como patrimonio material y a quienes han forjado parte de la historia de las ayudas en la navegación por los canales australes.

La instancia contó con la presencia del rector de la Universidad de Magallanes, Dr. José Maripani Maripani, quien, en la bienvenida, manifestó: “Este libro nos sumerge en un relato cautivador que narra las vivencias de José Rodríguez funcionario naval, entre los años 1961 y 1985, y que nos lleva a la reflexión en cuán importante es relevar la importancia de aquellos hombres que han dedicado su vida al servicio de la señalización marítima, donde se trabaja en todo lo relacionado con guiar y ayudar en la navegación de toda embarcación a lo largo del litoral chileno, pero que, en esta región, requiere una especial connotación, ya que en esta zona se concentra el 52% de todos los sistemas de señalización marítima del país”.

Según el resumen que hace la propia autora, en las páginas de este libro, “descubriremos la vida cotidiana de los fareros chilenos”, planteando la siguiente interrogante: “¿cómo se vive un golpe de Estado, una guerra, una amenaza de invasión o la muerte de un ser amado en el aislamiento de un faro en el fin del mundo? Para Stambuk, entonces, “el Estrecho de Magallanes es, en estos relatos, el lejano sur donde los fareros convivían con avezados cazadores de pieles kawésqar y chilotes, con personajes solitarios o con sus colegas, los torreros argentinos, haciendo invisibles las alambradas”.

Sobre el origen de la obra, en tanto, la escritora comentó: “Creo que el hacer este libro me tomó cerca de un año, lo hice en cuarentena y por “Zoom”, donde conversaba con don José y también acopiaba otro tipo de documentación porque el libro no es sólo relato, sino voy entrando en ciertos eventos que ocurrieron durante el período, como naufragios, sucesos políticos también, la cuasi guerra con Argentina, la guerra por las Islas Falkland (Malvinas), el rol que tuvo Chile, etc. Igualmente, traigo la historia de una persona que vivió en el Faro San Isidro cuando era habitado y como sus dos hermanitos están sepultados al lado del faro porque en el momento que se produce el parto no había quien lo atendiera ya que las distancias, en esos tiempos, eran otra cosa, no como hoy que llega un helicóptero y rescata a las personas. Hay varios faros con pequeños cementerios y eso revela lo sufrido que era para ciertas familias enfrentar el aislamiento”.

El farero del fin del mundo

Con 83 años y un sinfín de historias, don José Rodríguez aún se emociona cuando habla de la profesión que ejerció por más de 20 años, considerándose un “farero de tomo y lomo” en el fin del mundo. “En las distintas etapas en las que yo realicé mi ofició de farero me tocó estar en el norte, en la Región del Biobío, en Puerto Montt, pero yo me quedo con Magallanes, estoy unido sentimentalmente con esta tierra. Yo diría que esto nace por mi oficio, por su gente, gente maravillosa, por su naturaleza, que tuve el privilegio de conocer… bosques, mares, ríos, aguas impolutas desde San Pedro hasta las Islas Wollaston”, señaló.

De acuerdo con su relato, en el primer faro que le tocó estar en Magallanes, fue en Punta Dungeness, ubicado en la ribera norte de la boca oriental del Estrecho de Magallanes, distante a 272 kilómetros de la ciudad de Punta Arenas. “En esos años era una verdadera odisea llegar allá con carga, había que salir a cierta hora porque si nos pillaba la marea alta y el Atlántico se metía por una especie de riachuelo que rodeaba el faro, el camino se convertía en un mazacote espeso donde quedaríamos atrapados y así recuerdo que quedamos atrapados hasta el eje. Tuvimos que sacarlo con palas, picota, sacos, cuerdas y estacas y echar abajo el límite para hacer un rodeo y poder llegar al faro, mi primer destino en Magallanes”, comentó.

Rodríguez agregó que entre los personajes que le tocó conocer estaba un pescador solitario al que le decían “Lanza Llamas”, apodo puesto por los argentinos y la gente del lugar porque él no le hacia el quite ni al aguardiente ni al vinito tinto. “José Rodomiro Asencio, fue un patriota anónimo, marino bueno para la chacota por lo que fue licenciado de la Armada por indisciplina. Llegó muy joven a la boca oriental del Estrecho de Magallanes. Para nosotros era un compañero más, y se instaló hasta el día de su muerte en una cabaña que había pertenecido al señor Sgombich”, expresó.

El historiador Francisco Sánchez, quien también participó en el conversatorio “Encuentro y Diálogos: Fareros en el Fin del Mundo”, situó los diversos faros que se nombran en el libro, a través de distintas imágenes, partiendo por Dungeness, Evangelistas -más conocido como “la roca”-,  el Faro Punta Delgada -ubicado en la Primera Angostura- y el de Bahía Félix, portada del libro. “La labor del farero es una forma distinta de servir a la patria, no tan sólo realizando soberanía efectiva o poniendo un accionar del Estado, sino aportando también al desarrollo de la nación a través de las rutas marítimas que se nutren como la vida a través del mar, este mar que es un continuo universal que une civilizaciones “manifestó.

Finalmente, comentó que los faros eran lugares maravillosos que nos recordaban que Chile al sur limita con el polo y que los fareros del fin del mundo también han llegado a la Antártica. Asegura que, este trabajo, muchas veces desconocido y que comenzó en 1947 con la primera expedición Antártica, todavía se mantiene. “Hoy existen 78 señales, ayudas a la navegación satelitales, luminosas, radiofónicas, todas instaladas y mantenidas por los fareros del fin del mundo, en medio de la naturaleza, de esas maravillas cautivadoras que son verdaderas poesías a lo visual, pero que nos recuerdan que el corazón de un farero no late, el corazón de un farero destella, son guardianes de la paz, guardianes de nuestra patria y sobre todo nos recuerda que Chile está inmerso en una ruta clave a través del mar, que no es tan sólo este mar pacífico, sino que también aquella historia que empezaron a escribir hace muchos años y que hoy en día estamos conociendo gracias al aporte de quien generosamente nos presta su memoria y quien la plasma de manera magistral en los papeles, recordándonos que la historia se la lleva el viento pero que su legado es incalculable”, sentenció.

En la actualidad existen 1143 ayudas a la navegación en las costas chilenas, divididas en 960 faros, 132 boyas y 51 dispositivos electrónicos. De ellas 651 se ubican en la zona austral, además de contar con 7 faros habitados que se ubican en la Isla San pedro, Fairway, Félix, Dungeness, Cabo Espíritu Santo, Islotes Evangelistas e Isla Diego Ramírez en el Paso Drake. En 2008 los faros San Isidro, Bahía Félix, Evangelistas, Punta Dungeness y Punta Delgada fueron declarados monumentos nacionales, sumándose a los faros magallánicos de Isla Magdalena y Posesión.

Más fotografías aquí.