Columna de Roxana Pey, rectora de la Universidad de Aysén, en La Tercera
Las universidades de Aysén y O’Higgins, las dos nuevas universidades estatales, han sido creadas bajo el concepto de educación al servicio del país, de su desarrollo, del bienestar de sus habitantes.
En la lógica de educación de mercado, de comprar y vender, de oferta y demanda, de empresas y clientes, estas nuevas casas de estudios no habrían tenido cabida. Ambas, han sido creadas en el proceso irreversible de desmercantilización que ya ha iniciado su marcha. La gratuidad de los estudios terciarios es, entonces, imprescindible para la existencia misma de la Universidad de Aysén.
El financiamiento directo a la institución, sin cobro a sus estudiantes, sin que ellos y sus familias se endeuden, es la forma que corresponde para asegurar sus funciones, su sentido y su calidad. No se consigue esto con las becas o el nefasto CAE, ambas formas de voucher, sino que con la simple y llana gratuidad universal. Es asimismo, ¡la forma de financiamiento que corresponde en todo el país!
¿Por qué entonces la feroz resistencia desplegada en su contra? ¿Por qué los mismos que rechazan la gratuidad, claman por becas?
Lo hacen porque las becas y el CAE no son gratuidad sino que son dos versiones de un hábil mecanismo de traspaso de recursos fiscales sin rendición de cuentas que utiliza de mediadores a los estudiantes. De esta forma, los estudiantes de escasos recursos han sido transformados en los burreros de recursos fiscales y además, en verdaderos escudos humanos. Tras ellos ha terminado parapetado el mercado de la educación. Una escena vergonzosa.
Conviene recordar, por si hubiera pasado inadvertido, que la Ley de Presupuesto 2016 considera para gratuidad 0,5 billones de pesos, mientras que para voucher, sumando CAE y becas, contempla casi un billón.
Visto de otra forma, para financiamiento de los estudios, el fisco está en condiciones de destinar 1,5 billones de pesos cuya mayor parte ha ido hasta ahora como un chorro de plata a las instituciones privadas. ¡Negocio redondo! Y negocio que se resisten a soltar por más que sea inevitable.
La educación de mercado va en retirada, mientras que la gratuidad va. Podemos aseverarlo, porque esos mismos 1,5 billones alcanzan para cubrir con gratuidad inmediata al 50 % de todos los estudiantes actuales del sistema. En otras palabras, no es asunto de escasez de recursos, es asunto de mecanismo y de modelo. Es decir, educación pública versus educación de mercado. Sistema público del Consejo de Rectores que incluye a las Universidades estatales versus sector privado.
Se trata del obstinado fundamentalismo neoliberal impuesto a ultranza que choca con fuerza bruta contra la necesidad de desarrollo que se despliega con profunda legitimidad y poder incontrarrestable. Igual que con el agua que percola finamente, no es buena idea intentar congelar ese desarrollo pues quebrará al expandirse el molde que intente constreñirlo.
El sistema de educación superior pública, gratuita y de calidad empieza a ser una realidad. Podrán hacer que el proceso sea más lento, pero nada podrá impedirlo.