Universidad de Magallanes >

Centro de Investigación GAIA Antártica


Investigación – Docencia – Vinculación con el Medio

22 de octubre del 2018

Dra. Erika Mutschke: Científica Extrema

Cuántas estrellas hay en el mar

“El mar es tan grande. Tan grande, tan azul y tan profundo y oscuro que, en realidad, conocemos muy poco de él”, dice Erika Mutschke, bióloga marina del Instituto de la Patagonia de la Universidad de Magallanes.

Ella es la única persona que estudia las estrellas de mar desde Chiloé a la Antártica (de Chiloé hacia el norte lo hace una colega suya, Andrea Martínez). Y ha descubierto que, pese a su cercanía, las estrellas de mar del extremo sur de América son muy distintas a las del norte, y más distintas aun de las que habitan en la Antártica.

Mutschke dice que llegó a la biología marina “sin querer”. Cuando estudiaba biología en Concepción, pensó en dedicarse a insectos o vegetales. Pero una serie de circunstancias la obligaron a regresar a la casa de sus padres, en Punta Arenas, y concluyó sus estudios en la Universidad de Magallanes. Su necesidades económicas la llevaron a hacer ayudantías “a todo el mundo” y, apenas se abrió una plaza para investigar organismos marinos en el Instituto de la Patagonia, a principios de la década de 1990, postuló. Y allí sigue hasta hoy, estudiando estrellas.

El porqué llegó a las estrellas fue una combinación de factores: hubo influencia de uno de sus profesores, Alberto Larraín Prat, doctor en biología, “y quizás uno de los primeros que estudió sistemáticamente los equinodermos”. Pero también reconoce que quiso dedicarse a ella “porque son bonitas”. Y, a medida que habla sobre estos invertebrados, se entiende por qué le apasionan.

Cuenta que las estrellas de mar son depredadoras voraces: “Cualquier cosa que pueda pillar, se la va a comer”. Para ello, utilizan una serie de pedicelarios -pequeñas estructuras similares a ventosas- con las que atrapan a sus presas antes de devorarlas. “Son súper eficientes, son depredadores de alto nivel trófico, se comen en el fondo todo [...]. Pocos organismos se comen a las estrellas, entonces regulan muy bien las poblaciones, particularmente de moluscos”. Así, aunque no tienen una “importancia económica directa” y pueden “parecer adornos en el fondo del mar” dentro de los ecosistemas oceánicos “se consideran especies clave” porque, a través de la depredación,  “contribuyen a crear un equilibrio de especies bajo el mar”, explica la académica.

Una porania antarctica, una de las especies de estrella de mar que habita en las gélidas aguas antárticas. Créditos: Erika Mutschke

Además, las estrellas de mar -o asteroideos- son conocidas por su asombrosa capacidad regenerativa. Según explica Mutschke, si pierden un brazo, “regeneran uno nuevo, más pequeño, pero brazo al final”. Además, en algunas especies, esa extremidad puede convertirse en una nueva estrella de mar, independiente de la otra, aunque esto depende de su sistema de reproducción: “Esto solo ocurre en estrellas que [...] se reproducen asexualmente. Por lo tanto, dentro de esta estrategia asexual, hay dos modalidades: autotomia y fisión. La ‘autotomia’ ocurre cuando hay un corte voluntario del apéndice (brazo), por ejemplo, cuando hay autodefensa. La fisión ocurre cuando el disco central se divide en dos partes y cada una de esas partes regenera las partes ausentes”. Esto significa que no por dividir una estrella en 10 partes, cada una de ellas se convertirá en una estrella nueva, aclara Mutschke.

“En general, los asteroideos tienen dos modos de reproducción: sexual (donde hay machos y hembras; espermios y óvulos) y asexual. Esta es más reducida que la anterior, quizás más vistosa, pero no es en sí un mecanismo directo de regeneración”. En las especies que se reproducen en forma sexuada, su multiplicación es casi azarosa: los machos liberan espermios en el agua y las hembras los captan cerca de la región oral, donde se ubican los óvulos. Al ser fecundados, comienzan a formar una membrana que les envuelve y las estrellitas crecen dentro de ese saco. Es decir, y en palabras de la bióloga marina, las estrellas hembras quedan “embarazadas”.

Una bathybiaster loripes. Créditos: Erika Mutschke.

Curiosamente, mientras más cálidas las aguas, hay menos diversidad de asteroideas. Así, en Rapa Nui hay solo seis especies y en la región peruviana-chilena (de Chiloé hacia el norte) no hay más de 20. Mientras que en la región magallánica -que abarca desde Chiloé hasta Cabo de Hornos- se han identificado 45 especies de estrellas, y en la Antártica, cerca de 300.

“La Antártica es un tremendo reservorio de biodiversidad”, dice Mutschke. Se trata además de un reservorio de especies que se han desarrollado en forma aislada al resto de los océanos a causa de la corriente circumpolar. “Es una tremenda masa de agua, gigantesca, [...] que parece como una cortina de agua, de arriba abajo, y funciona casi como una barrera [...], no hay intercambio de especies, a pesar de la cercanía que existe entre Sudamérica y la Antártica”. Por eso, los organismos que se encuentran en ese continente son únicos y llenos de secretos.

Fuente: Entrevista en PAUTA

inicio atrás arriba


Centro de Investigación GAIA Antártica

Domo Antártico • Avenida Bulnes 01855 • Punta Arenas • Chile
Teléfono: +56 61 207180 • Email: patricia.jamett@umag.cl